sábado, 1 de octubre de 2016

30 años de OKTUBRE

Hace un tiempo, un documental mostraba la entrada a un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. El periodista acercaba la cámara a los que entraban, un pibe se acerca corriendo como queriendo hacer la travesura de interponerse en la filmación y como en una película de Bertolucci le habla a la cámara, fijo, y le dice: "¿Viste? Colón tenía razón, el mundo es redondo". La banda que hacía un año venía de lanzar Gulp, y de tocar en pubs (allí están las grabaciones del Margarita Xirgu, del Einstein, del Stud Free Pub), le decía en el escenario a esa juventud que sabía que con la democracia no se comía, ni se educaba, que nadie iba a escuchar su remera.
Ante la alegría de las baterías sampleadas del pop ochentoso, del New Wave y de la música disco, los acordes menores de Skay, y la voz melodramática de Solari (que el Indio contó, había incorporado de los boleros que cantaba su madre), los redondos mostraban con Oktubre una salida de la dictadura más distópica, más traumática, que sin llegar a ser el post punk de Sumo, remitía a la pobre Olga de Chernóbil y los doloridos revolucionarios de la tapa creada por Rocambole, que a la "fiesta democrática”.
Las imágenes de la Rusia soviética con "Fuegos de octubre" se mezclan con el Buenos Aires (o La Plata) marginal de "Preso en mi ciudad" y su captura en la libertad, su tiro al pichón en democracia. Las "gimnastas de América" en una guerra fría decadente con las "austeras soviéticas" de un muro que se caería tres años más tarde, se metían en boliches de madrugadas interminables con "Semen Up" y su Riff hipnótico. La televisión a color que aparecía en los hogares argentinos proyectaba todo el día al "hermano mayor" que se iba junto a la hemoglobina en ese introspectivo "Motor Psico". De esa nada, de esa soledad de uno de los temas más oscuros del disco, nos vamos a la gloria, a la risita (JiJiJi), que durante treinta años viene haciendo temblar los suelos de cuanto estadio soporte a la masa ricotera. Para despedirse, Solari y Bellinson proponían un naufragio en donde el sueño podía ser (es) irreal, y donde algo de ilusión quedaba si pese a "lo efímero", el estado de ánimo podía zafar del secuestro.
A 30 años de Oktubre, si le preguntan a Rocambole, el disco sigue representándose a si mismo todos los días. La lucha de los oprimidos contra los opresores y por encima de todo, un sistema depredador. El arte del disco en las imágenes reflejan a esas personas con deseo de liberación, de revolución, tomando las cadenas con las manos ya desatadas y dispuestas a derrotar aquello que oprime sus cabezas. Con la idea de hacer un disco conceptual, tal fue la confluencia entre música y pintura, entre emisor y receptor que las imágenes fluyeron al escuchar algunas de las canciones del disco y los integrantes de la legendaria banda argentina estuvieron de acuerdo con incorporarlas al arte de tapa de inmediato.

El rock como todo llanto

El under se comenzaba a expandir probando ser un caldo de cultivo para la expresión, la bohemia y el rock que aún perdura. En ese caldo se hicieron Los Redondos, gestionándose a ellos mismos de forma independiente de las discográficas, a pulmón, con sus manos, pies y cabezas llenas de creatividad, laburo y entusiasmo. En palabras de Skay: "Al encarar la producción independiente, la distribución la hacíamos Poli y yo, con una valijita llevando disco por disco a las disquerías. Entonces no teníamos mucha noción de la repercusión que iba a tener ese disco"
Pasaron 9 años de idas y vueltas hasta que lograron editar su primer disco y un poco más de un año sólo para editar Oktubre con el que estallaría la locura ricotera. Evidentemente lo que expresó el disco dio de lleno en la cabecita de los jóvenes de esa época. Eso que sucedió con Rocambole le pasó al público, la música se volvió imagen sonora invitando a volar, a delirar, a saltar y rockearla. Los propósitos de un disco conceptual estaban cumplidos.
Los redondos son recibidos con halagos e insultos en todo el espectro social pero nadie duda de que dejaron una huella imborrable en la historia de la música argentina y por qué no en todo el mundo. Su música y su arte excede lo que el Indio, Skay o Rocambole hubieran imaginado o hayan querido hacer. Hoy es difícil caminar por la calle y no ver un sticker, una remera o un póster de las cadenas rotas de Rocambole. Ni hablar de los tatuajes. Ya el disco no pertenece a sus creadores, pertenece a todos. Y los "oktubres" serán los futuros, y las cadenas rotas serán las siguientes, y ya no lo habremos soñado.

GRACIAS DANIEL MERONI POR LA FOTO DE TU COLECCION

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